domingo, 30 de abril de 2017

BIRRETE DEL INFANTE DON FERNANDO DE LA CERDA





Este tocado presenta forma cilíndrica con un forro y tiras de tela para su ajuste. Se decora en la superficie con cuartelados de castillos y leones. Los castillos se diseñan con abalorios azules en una superficie de plata dorada que se dispone sobre un fondo rojo de cuentas vítreas, y los leones están bordados sobre fondo de cuentas de aljófar. Remata con dos franjas perimetrales metálicas en la parte superior e inferior que se adornan con cabujones y decoración incisa con escudos de castillos y leones.


El Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas de Burgos, fundado en 1187 por Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, sirvió durante los siglos XIII y XIV como panteón de la familia real castellana. La apertura de sus sepulcros, realizada con un fin científico de estudio, se produjo entre 1942 y 1944, y proporcionó lo que hasta la fecha es el mejor conjunto de indumentaria civil medieval del mundo, tanto en cantidad como en calidad. A pesar de las aperturas violentas sufridas a lo largo de la historia, una de las sepulturas del panteón, atribuida al emperador Alfonso VII, permaneció intacta hasta el siglo XX. Tras su apertura y estudio se adjudicó al infante Fernando de la Cerda , heredero de Alfonso X el Sabio. El sepulcro, con todo su contenido intacto, se revela como un ejemplo único para describir el modo de enterramiento y la riqueza del ajuar, que se reservaba para la monarquía castellana del siglo XIII.


El infante fue sepultado con su propio traje, complementado con un anillo en su mano derecha, un bello cinturón, su espada, y unos acicates. Su cuerpo reposaba sobre varias almohadas en un ataúd de madera forrado, tanto al exterior como al interior, con  ricos textiles. A diferencia de épocas anteriores, los hombres del siglo XIII gustaron de cubrir sus cabezas con diferentes tocados, siendo un ejemplo excepcional este birrete decorado con las armas del infante.


El birrete está realizado mediante un armazón cilíndrico de madera de haya, que sirve de soporte, cubierto por un lienzo blanco fino forrado de tafetán carmesí, sobre el que se dispone la decoración heráldica. El barboquejo está realizado con dos fragmentos de tela cosidos en redondo, decorados con una composición geométrica carmesí perfilada en negro sobre un fondo dorado.


La decoración de cuartelados de castillos y leones son las armas que correspondían al infante, primogénito de Alfonso X, y responde al gusto por la llamada moda heráldica, propio de la segunda mitad del siglo XIII, en la que este motivo decorativo invade todo tipo de superficies. En el contexto del Monasterio de las Huelgas adorna varios sepulcros reales y decora el ajuar textil y las prendas de indumentaria, como la saya, el pellote y el manto del mismo infante, o el manto del rey Fernando III el santo.


Este tipo de tocado de ceremonia, llamado birrete o bonete, se encuadra dentro del tipo genérico de capiello, que según Carmen Bernis sería una voz más general para todo tipo de prenda que se llevara en la cabeza.  Inspirado en el mundo militar, su origen se encuentra en los yelmos cilíndricos de principios del siglo XIII, y causó furor entre las clases privilegiadas. El Libro de los Juegos y Las Cantigas de Alfonso X el Sabio ofrecen varios ejemplos de personas tocadas con este tipo de birrete, que en el caso de las representaciones regias, se adorna con el cuartelado de castillos y leones, siguiendo los mismos colores que este modelo.


Se conservan solamente tres ejemplares de este tipo de tocado: el perteneciente al infante don Felipe (1274), hijo de Fernando III, extraído de su sepultura en la iglesia de Santa María la Blanca en Villalcázar de Sirga (Palencia) y conservado en el Museo Arqueológico Nacional; el del rey Alfonso X (1284), enterrado en la catedral de Sevilla y todavía en su sepulcro; y el más rico de todos, este ejemplar perteneciente al infante Fernando de la Cerda, hallado su sepultura en el Monasterio de las Huelgas.

http://www.patrimonionacional.es/colecciones-reales/categorias/344

jueves, 13 de abril de 2017

LUIS JIMENEZ ARANDA Y LA VISITA DEL HOPITAL



Esta escena corresponde a la visita de una enferma en un hospital del siglo XIX. Podemos ver un grupo de estudiantes de medicina (todos con  una elegante barba típica de la moda de la época) que acompañan al profesor mientras examina a la paciente ante la atenta mirada de los futuros galenos.  La joven parece estar débil, semi-inconsciente, incapaz de incorporarse por ella misma ,  vestida con un camisón y gorro blancos, hecho que muestra la práctica de ciertos conocimientos de higiene. El profesor ausculta directamente a la enferma aproximando su oído a su espalda lo que nos induce a pensar que nos encontramos en la primera mitad del siglo XIX pues la auscultación  indirecta a través de un periódico enrollado, fue ideado por el médico francés Laënnec (que posteriormente evolucionó a los actuales estetoscopios) en 1816. Vemos como otro ayudante, a los pies de la cama, tiene unas hojas con el historial médico que, junto con la ficha colgada de la cabecera, muestra toda la información de la dolencia de la paciente y sus tratamientos. En la imagen no faltan algunas botellas y un tazón con el que se administran los brebajes.
El otro ayudante, a los pies de la cama, sostiene unas hojas con el historial médico, información que se completa con la ficha colgada de la cabecera,seguramente, ésta contiene observaciones sobre la dieta, los fármacos y las pautas que han de cumplirse con ese paciente en concreto. En una balda colocada encima hay, además, algunas botellas y un tazón con el que se administran brebajes o caldo. 


Mientras tanto, el grupo de alumnos observa atentamente. Cubren sus ropas de calle con un delantal blanco como medida higiénica, si bien todavía está lejos de la asepsia imprescindible en un hospital.
Entre ellos hay una mujer que también atiende la actividad del profesor. En esta época, en España era algo extremadamente raro y difícil que una mujer pudiera acceder a los estudios de Medicina. Cuando lo hacía, debía obtener el apadrinamiento de un médico que guiara sus pasos y que le diera el visto bueno para poder doctorarse, todo ello con el recelo de sus compañeros masculinos. Además, era necesario atravesar toda una maraña de papeleo burocrático, sólo por el hecho de ser mujer. Cabe añadir que la ceguera institucional de la época admitió los doctorados de estas mujeres pioneras, como la barcelonesa Dolors Aleu i Riera (1857-1913), primera doctora en Medicina del país, pero cortó de raíz el problema al prohibir la matriculación de nuevas estudiantes mujeres en sus universidades.
¡Fijense que en nuestro cuadro la mujer se encuentra en primera línea de la enseñanza clínica! … y digo enseñanza clínica y no “prácticas” pues,  como bien me decía un profesor…
                                   “Con los enfermos no se practica”.
En la Edad Media y el Renacimiento, prácticamente todos los hospitales eran dirigidos por las comunidades religiosas y, durante el siglo XVIII, se crean los primeros hospitales municipales dirigidos por las autoridades civiles.
Su número creció a partir de la segunda mitad del siglo XIX gracias al descubrimiento de la anestesia y las técnicas quirúrgicas asépticas. Se agrupaban a todos los pacientes en una única sala, poniendo juntos enfermos con patologías muy distintas excepto en los sanatorios para tuberculosis y en los asilos mentales que se establecieron a finales de ese siglo.
Será en ciudades como París, Viena, Londres, Edinburgo, Dublín y Berlín, donde se localizarán los grandes hospitales de la época, contribuyendo al desarrollo de escuelas de clínicos que dejaron su impronta en la historia.
No quiero terminar sin comentar algo de nuestro pintor,hermano de los también artistas José y Manuel, inició su formación con el primero de ellos para después continuarla en la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla bajo la dirección de Eduardo Cano de la Peña. En 1867 se marchó a Roma para ampliar conocimientos y en 1876 se instaló en Pontoisse, cerca de París, llegando a nacionalizarse francés. Participó en las exposiciones del Salón de París y fue premiado en las Exposiciones Universales de París, en 1889, y Chicago, en 1893. Tomó parte en Exposiciones Nacionales de Bellas Artes españolas y obtuvo mención honorífica en 1864 por su cuadro Cristóbal Colón al venir a proponer a los Reyes Católicos el descubrimiento del Nuevo Mundo (paradero desconocido), y primera medalla en 1892 con la obra La visita del médico. Se especializó en el género histórico, aunque también cultivó el costumbrista, ambos con un estilo verista y de gran acento dibujístico que revela la gran influencia de su hermano José.

https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/jimenez-aranda-luis/7c12d0b3-0c71-4edd-b9a0-4aa087b08c80
http://fundacionio.org/art/pictures/june08.html
https://franciscojaviertostado.com/2013/05/27/la-medicina-en-el-arte-pintura-la-visita-al-hospital/
https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/una-sala-del-hospital-durante-la-visita-del/318cc81b-77d6-4688-ad98-ffbe3dd7a4a5
https://medicinafueradelamedicina.wordpress.com/2013/05/15/la-visita-al-hospital-jimenez-aranda/
https://es.wikipedia.org/wiki/Luis_Jim%C3%A9nez_Aranda#/media/File:En_el_estudio_del_pintor,_por_Luis_Jim%C3%A9nez_Aranda.jpg

viernes, 7 de abril de 2017

ESCRITORIO FLAMENCO...MUSEO LAZARO GALDIANO


Escritorio flamenco realizado en madera de ébano y roble con decoración pictórica que recoge historias relatadas por Ovidio en Las Metamorfosis alusivas al amor y a la belleza, con las que se expresan las ideas y valores del calvinismo. El anónimo pintor se inspiró en las estampas grabadas por Virgilio de Solís que sirvieron para ilustrar la edición de la obra de Ovidio de 1595 que se realizó en la ciudad de Amberes.
http://www.flg.es/mobiliario#.V_UlTTIrxAY

jueves, 6 de abril de 2017

SINFONÍA CÚBICA EN EL ATRIL DEL ESCRITORIO DE BILBAO


El Museo de Bellas Artes de Bilbao restauró hace unos años un precioso escritorio de marquetería alemana, probablemente de Augsburgo y ejecutado sobre 1570. La existencia de esta joya fue comentada en su día.Pero en los escritorios se ocultaban secretos y parece que los de Bilbao se van desvelando poco a poco.

En su momento se ignoraba que el cajón inferior albergaba una tabla que puede servir de atril y que es una verdadera sinfonía del cubo. Solo falta el dodecaedro rómbico para que el placer sea completo. Se representan sólidos platónicos y arquimedianos pero no de Catalá.
Los poliedros siguen los diseños de Lorenz Stör que renovó la representación alemana, junto a Virgil Solis. La taracea italiana renacentista es heredera de los dibujos de Leonardo para la Divina proporción y sorprende que no aparezca el cubo truncado. Stör no se olvida de él y lo representa sólido y vacío.
Hasta siete figuras relacionadas con el cubo nos encontramos en el atril: dos cubos vacíos, un cuboctaedro sólido, un rombicuboctaedro sólido, un cubo truncado hueco con vaciado de círculos en las caras octogonales y un cubo truncado sólido.
Atril Bilbao Comentado
El séptimo es una de las figuras que más aparece en el mueble: el octaedro estrellado o macla de dos tetraedros. La relación con el cubo se debe a que si unimos dos lo que nos aparece es el cuboctaedro. Estamos ante la representación del óptimo de apilamiento de esferas: el sistema cúbico centrado en las caras o conjetura (hoy teorema) de Kepler.
El número 5 del Boletín del Museo contiene un documentado y recomendable estudio de María Paz Aguiló sobre tan importante pieza.

La amabilidad de las personas que llevan la documentación del museo es más que digna de encomio por su colaboración e información...

https://mateturismo.wordpress.com/2013/08/

domingo, 2 de abril de 2017

EL RETABLO DE SAN MIGUEL DE ARALAR



El Retablo de Aralar,se trata de una pieza excepcional de la imaginería medieval europea declarada Bien de Interés Cultural. Atribuido a un taller francés de Limoges, este retablo románico del siglo XII se exhibe tras un cristal en el altar mayor de la iglesia del Santuario de San Miguel de Aralar. 

Treinta y siete esmaltes perfilan una singular colección de personajes, armónicamente dispuestos en este frontal de metal dorado de 2 metros de ancho y de 1,40 metros de alto. La figura principal, dispuesta en el centro y rodeada por un óvalo o mandorla, es la Virgen con el Niño. De cánones románicos, María sirve de trono al Niño Jesús que porta corona y bendice con la mano derecha mientras sostiene las Sagradas Escrituras con la izquierda. Los pies de la Virgen reposan sobre un artístico escabel y a ambos lados de su cabeza aparecen las letras alfa y omega. Debajo de ésta se sitúa la estrella de la Epifanía. 

Llama la atención la representación del Tetramorfos rodeando a Madre e Hijo, pues lo habitual es que acompañen al Salvador. Se trata de los cuatro símbolos de los evangelistas: San Mateo un ángel, San Juan un águila, San Marcos un león alado y San Lucas un toro.
A ambos lados se disponen simétricamente doce arcos que enmarcan otros tantos personajes. Son reconocibles los Tres Reyes Magos con sus ofrendas, 6 apóstoles entre los que se distingue a San Pedro con la llave del reino, un ángel, la Virgen y el rey donante. Entre las arcadas pueden verse relieves de edificaciones que representan la Jerusalén Celestial.

Se puede apreciar la gran maestría con que se individualizan los rasgos y ropajes de cada figura. Los pliegues dorados de las túnicas combinan a la perfección con las gamas de añiles, verdes y algunos toques de blanco, negro y rojo. Resulta asimismo llamativo el cincelado de las cabezas y pies de todos los personajes.
La ausencia de algún medallón y pequeños tramos de arquería recuerdan que en 1979 Erik el belga, ladrón de arte internacional, robó un importante número de piezas de esta excepcional obra, que afortunadamente, con el paso de los años, se han recuperado en su práctica totalidad.


Elaborado probablemente en la segunda mitad del siglo XII (1175-1185), cuando Sancho VI el Sabio patrocina en Navarra numerosas iniciativas artísticas en estrecha colaboración con el obispo de Pamplona, Pedro de Artajona “el Parisino”.
El retablo de esmaltes y cristal de roca es uno de los más bellos ejemplos artísticos del medievo. Intervinieron probablemente dos artistas, uno burgalés-riojano, el otro limosino. Sus medidas son 2 metros de longitud por 1,14 metros de altura.

En la parte inferior hay una lectura que dice:

“ Este precioso Retablo de Láminas de metal dorado y Esmaltado con su Ymagen de la Virgen del Sagrario de la Cathedral de Pamplona, a que es anexo este Santuario de San Miguel, e tubo antiguamente en la obscuridad de su Capilla, de donde se sacó, se limpió en Pamplona, y para que su vista mueba a deuocion, fue colocado assi en esta Capilla maior, en el año 1765”



La calidad de los esmaltes, el tono y la ejecución recuerdan al silense y llegó a pensarse que procedía de Silos o de Limoges.
En el año 1979 unos ladrones despiezaron el retablo destruyendo buena parte del armazón metálico. Las piezas se fueron recuperando poco a poco encontrándose el retablo en el Museo de Navarra en Pamplona.
Los orígenes son desconocidos, habiéndose reconocido restos prerrománicos, carolingios del siglo IX, en la parte inferior del ábside mayor y ventanas de herradura en el mismo. Sin embargo, la primera mención documental es del tiempo de Sancho III el Mayor (1032). Durante la segunda mitad del siglo XI el santuario recibe varias donaciones reales.
La consagración de una iglesia románica ocurrió en 1074, en tiempos de Sancho IV el de Peñalén (1054-1076), ocurriendo otra solemne consagración en 1098. En 1125 aparece el primer abad en el santuario lo que habría representado la separación del vecino monasterio de Zamarce. La dedicación del templo tuvo lugar en 1141 en tiempos de García Ramírez el Restaurador y sería aldededor de esta fecha cuando se amplió el primitivo templo románico del siglo XI.


La leyenda de Teodosio de Goñi se mezcla con la historia en San Miguel de Aralar, lo que popularizó Navarro Villoslada. Los orígenes de San Miguel de Aralar son muy antiguos como otros dedicados al arcángel a raíz de la aparición de San Miguel en el monte Gárgano (Manfredonia) en el siglo IV y cuya devoción impulsó Carlomagno sustityendo a otros cultos paganos.


La iglesia presenta planta de tres naves - muy estrechas las laterales - de cuatro tramos, más una cabecera triple formada por un ábside mayor ultracircular en el interior y poligonal al exterior y dos ábsides menores poco profundos. Esta cabecera conservaría planta y restos del santuario carolingio. En el tercer tramo de la nave central se sitúa la capilla cubierta con tejadillo a dos aguas, de finales del siglo XII. Las cubiertas son de algo más de cuarto de esfera en el ábside central y de horno simple en los laterales. Sobre el primer tramo de la nave central monta un cimborrio de ladrillo producto de la última restauración de 1969-1973. El resto de la nave está cubierta por bóveda de medio cañón rebajado. Las naves laterales están cubiertas con cañones.
Este será otro tema...