jueves, 22 de febrero de 2018

VASO EN FORMA DE VELÓN




Este vaso, descrito como “velón” en el inventario de 1746, es uno de los pocos del Tesoro del Delfín que se encuentran en su estado original. Se compone de tres piezas de cuarzo citrino y una, la del remate, de cuarzo ahumado, unidas por cinco guarniciones de oro esmaltado en negro, y de dos asas del mismo material. Tiene un cuerpo ovoide con cuatro protuberancias: dos menores, donde se insertan cartones enroscados que forman las asas, y otras dos, más abultadas, que rematan en sendas piqueras de oro esmaltado. La tapa, de boca oval, con perfil levemente acampanado, está decorada, al igual que el pie, con gallones, y remata en un cerco de oro con balaustre de formas redondeadas. El cuerpo está decorado con ondas y volutas labradas profundamente en la masa de cuarzo y que sugieren una humareda, algo que, junto al tipo de mineral elegido, refuerza el aspecto del vaso, similar al de un velón y probablemente concebido para este uso. La rotundidad de esta obra contrasta con la delicadeza del esmalte excavado que decora las principales guarniciones, aplicado sobre una superficie finamente rayada. Los motivos, prácticamente lineales, remiten a esquemas de tipo antiguo, desarrollados en vertical con un eje axial, como los candeleros o candelieri renacentistas de tradición romana. Corresponden a la moda de las denominadas silhouettes, en apogeo entre 1610 y 1620, diseños de cartones finísimos, acabados en formas picudas, que se publicaban para ser ejecutados en esmalte monocolor, blanco o negro, como puede verse en los repertorios de Drusse. Esta tendencia se desarrolla en las dos primeras décadas del siglo XVII. En 2001 Letizia Arbeteta atribuyó el vaso a Dionysio Miseroni, último gran lapidario de la tradición milanesa, en posible colaboración con su padre, Ottavio, director del taller, que proporciono numerosos ejemplares de ricos vasos al emperador Rodolfo II. El estilo de la guarnición impide otorgar al vaso una datación más tardía, lo que plantea un curioso problema, pues, de una parte, este es muy parecido a las obras de Dionysio en su etapa de madurez artística, entre 1640 y 1650, pero, de otra, en esas fechas la labor de oro que muestra ya había pasado de moda. Esto nos obliga a replantear la posibilidad de una colaboración entre el padre y el hijo, o bien a pensar en una obra de este, temprana pero decidida, que marcara ya las líneas de su peculiar producción. Son característicos de este artista los vasos modelados como masas amorfas, típicas del estilo llamado cartilaginoso, decorados con rítmicas líneas de volutas y planos paralelos unidos por aristas, síntesis prácticamente abstracta que podría encerrar referencias esotéricas y representar los Cuatro Elementos: el fuego, implícito en los tonos del cuarzo; el aire y el agua en las volutas y las ondas; y la tierra en las aristas que recuerdan las cristalizaciones originales. En esta pieza han desaparecido los gallones, la decoración fitomorfa y figurada y los animales fantásticos, quedando solo lo esencial: la ilusión de un velón que, al encenderse, pierde su corporeidad, tornándose humo y llamas que se disuelven en el espacio entre los reflejos del oro y el esmalte negro que resalta como un artístico pábilo. Es una de las piezas pertenecientes al Tesoro del Delfín, el conjunto de vasos preciosos que, procedentes de la riquísima colección de Luis, gran Delfín de Francia, vinieron a España como herencia de su hijo Felipe V, primer rey de la rama borbónica española. Luis de Francia (1661-1711), hijo de Luis XIV y María Teresa de Austria, comenzó su colección tempranamente influenciado por su padre. La adquisición de obras se producía por diversas vías, desde regalos hasta su compra en subastas y almonedas. Al morir el Delfín, Felipe V (1683-1746) recibe en herencia un conjunto de vasos con sus respectivos estuches, que fueron enviados a España. En 1716 estaban en el Alcázar de Madrid, desde donde se trasladaron, en fecha posterior, a La Granja de San Ildefonso, lugar donde se citan a la muerte de Felipe V, conservados en la llamada Casa de las Alhajas. En 1776 se depositaron, por real orden de Carlos III, en el Real Gabinete de Historia Natural y continuaron en la institución hasta el saqueo de las tropas francesas en 1813. La devolución de las piezas se produjo dos años más tarde y con algunas pérdidas. Fue en 1839 cuando la colección llega al Real Museo, donde sufrieron en 1918 un robo. Con ocasión de la Guerra Civil española fueron enviadas a Suiza regresando en 1939, con la pérdida de un vaso, desde entonces se encuentran expuestas en el edificio Villanueva.
 (Texto extractado de Arbeteta, L.: El Tesoro del Delfín. Catálogo Razonado, 2001, pp. 307-308, y de Idem: Arte transparente. La talla del cristal en el Renacimiento milanés, 2015, pp. 144-147).

 https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/vaso-en-forma-de-velon/8903ea36-6515-4891-ae98-fc89ff124891

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